Cohabitar: el arte y la organización de la realidad

Cohabitar: el arte y la organización de la realidad

 

La manera en que entendemos el orden y la organización es muy diferente a la vida (que es la realidad). Nos hemos alejado de ella al resguardarnos en nuestras estructuras y jerarquías, pero el arte puede sacarnos de ahí para comprender otra manera de organizarnos cuyos resultados son mejores que los de nuestros sistemas.

Alguien que conozco compró un lente que sirve para fotografiar cosas minúsculas. Como estábamos en aislamiento por la pandemia, no podía salir más que a su jardín. Ahí se encontró con quienes ahora son sus modelos preferidos: los insectos. Pasó tantas horas con cada uno que aprendió cómo se comportan y relacionan, además se dio cuenta de las tantas variaciones que hay en una sola especie. Hoy, esta persona sabe los nombres de las diferentes especies que conoció y lo que hacen para preservar su pequeño jardín. Este conocimiento, que comenzó con un interés artístico, se volvió una actitud de cuidado de lo que ahora considera valioso y bello. La persona aprendió a cohabitar.

El arte es una manera de relacionarnos con la realidad, posible por algo que hemos malentendido: la estética. Creer que ella trata de lo bello es reduccionismo, al igual que decir que se trata de una percepción superficial y sin reflexión por medio de los sentidos. Desde que Protágoras puso su atención en la idea de aesthesis nos hizo saber que esa percepción sensible implicaba un vínculo pleno e íntimo con lo que percibimos y que ocurre desde lo sensible y afectivo.

Nuestro andar en la vida es práctico, se reduce a la acción y cumplir funciones. Es decir, vamos por el mundo enfocados en la utilidad; tanto así, que el valor de algo lo determinamos por la función que tiene y por lo que produce. Esto pasa no sólo con los objetos, también con las actividades y hasta con las personas y otros seres vivos. El problema es que esa actitud hace de todo lo que existe un objeto. Eso nos ha llevado a la discriminación y la devastación del entorno natural y las personas para, principalmente, obtener ganancias económicas. La razón es que ambicionamos poseer o imponernos en lugar de crear vínculos con lo que nos rodea.

El arte está enfrente de esta actitud. Él no es útil, sino contemplación (que todos nuestros sentidos estén atentos a lo que se percibe) Así pone nuestros pies de regreso en la tierra (aunque no está obligado a hacerlo). Se debe a que, en lo práctico hay un proceso frecuente: la automatización. Ella es parte de nuestra vida diaria: no reflexionamos en los movimientos para agarrar una cuchara y que entre a nuestra boca; tampoco solemos prestar atención a cómo nos cepillamos los dientes. Incluso, hay actividades que hemos automatizado tanto que a veces hasta olvidamos si las hemos hecho, como cerrar con llave una puerta. La dificultad está en que no sólo no prestamos atención a estas nimiedades, sino a todo.  Andamos, más que distraídos, irreflexivos y enajenados con la eficiencia, deberes, resultados, protocolos, horarios, y hasta creencias (pensamientos estáticos). Mientras nosotros creemos atender a lo que es “importante”, la vida ocurre lejos de nosotros. El arte nos desautomatiza porque saca los objetos de sus entornos funcionales, y nuestra naturaleza, que busca sentido y finalidad, trata de entender el motivo. Al buscar la respuesta, prestamos atención a lo percibido y, si somos pacientes y no hacemos juicios, la vida se desnuda, la vemos plena desde su materialidad que revela una presencia profunda. Así es como del lazo sensible, se pasa al afectivo y con él se produce una comprensión de la realidad tal y como es y no según la función que cumple para nuestro beneficio.

Si queremos hablar de una verdadera organización, hablemos de la que tiene la vida: aunque es heterogénea, dinámica e imprevisible (como el caos), se preserva a sí misma y todo está en contacto. Si el arte puede hacer algo para un entorno organizacional es ponernos de nuevo en contacto con la realidad y con su valor. Sólo el conocimiento íntimo y pleno permite la organización más fructífera: el cohabitar.Descarga el artículo


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4 responses to “Cohabitar: el arte y la organización de la realidad”

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